Protección desmedida, consecuencias de un futuro cercano

El primer vínculo social del ser humano son los padres. De ellos aprendemos a relacionarnos con los demás, aprendemos las conductas sociales, a comportarnos de acuerdo a lo que culturalmente está “bien o mal”.

Una de las grandes tareas de los padres, es ayudar a sus hijos a desarrollar su máximo potencial, y para hacerlo de manera acertada, deben conocer muy bien sus capacidades, debilidades y miedos. Así mismo, acompañarlos en el autoconocimiento en las 5 áreas de la persona las cuales son: físico, emocional, intelectual, social, espiritual y familiar.

Los niños en cada etapa de vida atraviesan por diferentes retos, procesos y pasos que le brindarán herramientas para asumir las próximas etapas; para que estos puedan desarrollarse al máximo en cada una de ellas, es necesario permitirles vivenciar, cuestionarse y discutir cada aspecto, ofreciéndoles recursos para identificarse, encontrarse y amarse por medio de su ejercicio de la autonomía.

Si el padre o la madre intervienen en la resolución de conflictos y problemas de los hijos, éstos aplazan la oportunidad de darse cuenta de lo que son capaces y la auto afirmación de sus riquezas personales. Si la implementación de las estrategias autónomas, es imposibilitada por un externo, la probabilidad que identifiquen sus capacidades y toleren la frustración, se reduce.

La sobreprotección es el fin de la formación, ya que, el mensaje reflejado a los jóvenes, es: “tú no eres capaz, yo debo hacerlo por ti”. Entonces el niño no querrá hacer esfuerzos, pues, entiende que todo es solucionado y brindado por sus modelos afectivos de vida, los padres, impidiendo el desarrollo de las habilidades y estrategias propias de cada edad y que estos se vuelvan temerosos e inseguros. Es necesario formarlos en la soledad por medio de juegos individuales, espacios privados y momentos de reflexión.

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